Adolescente de 15 años invierte la paga de la abuela en bitcoins y ahora tiene su propia empresa

Erik Finman es un adolescente de 15 años que invirtió en 'bitcoin' los mil dólares que le dio su abuela en 2012. Meses después, el dinero se ha multiplicado.

“¡Salgo en Mashable!”, el grito entusiasmado lo podemos leer en la cuenta de Twitter de Erik Finman. No, no estamos hablando de una celebrity de Silicon Valley con chica guapa en su descapotable y millones de seguidores en las redes sociales, estamos ante un joven que con 15 años acaba de escribir una nueva página en su historia personal, y posiblemente la de la tecnología.

Para conocer su apasionante historia nos trasladamos al año 2012, cuando su abuela se acercó al adolescente y le entregó un sobre con el dinero que había ahorrado con mucho esfuerzo. No era un pico cualquiera: 1.000 dólares para que su nieto los gastara en lo que deseara. Uno podría pensar en una Xbox o un iPad, o tal vez algunas zapatillas de marca… Vamos, lo típico de los adolescentes de hoy en día.

El espíritu inquieto de este chaval de Idaho le llevó a tomar una decisión que cambiaría el rumbo de su vida para siempre: invirtió hasta el último céntimo en bitcoins, que por aquel entonces era un extraño experimento.

Sin embargo aquella decisión le depararía una agradable sorpresa: año y medio más tarde se acercó a su perfil en la ciber moneda y descubrió que la paga de la abuela había engordado considerablemente hasta alcanzar los 100.000 dólares.

¿Cómo? ¿Que un adolescente había conseguido multiplicar su capital invirtiéndolo sabiamente y sin mover un dedo? Sí, parecía un golpe de suerte, pero pronto descubriremos que había algo más que el azar bajo esa cabeza despeinada.

Punto de encuentro para estudiantes y expertos

El pequeño Finman se había aburrido del paisaje rural y anodino de su Idaho natal. Además, vivía en carne propia los rigores del aislamiento propio de las zonas más despobladas: la oferta formativa era muy limitada y quien quería especializarse en algún terreno lo tenía realmente complicado salvo que se decidiera a hacer el petate.

Así las cosas, se la jugó a un todo o nada: invirtió su pequeña fortuna de bitcoins en un proyecto bautizado como Botangle. Su incipiente startup proporciona un punto de encuentro entre estudiantes que busquen algo más de lo que se aprende en las clases y expertos que puedan ofrecer estos servicios. Y no está sujeto a ninguna temática: uno se da de alta y si domina la papiroflexia, puede colgar su cartel a modo de currículo online.

Fuentes:
Mashable (publicado el 10 de junio de 2014)
El Confidencial (publicado el 12 de junio de 2014)

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